Como un estudio multidisciplinario, COMUNAL: Taller de Arquitectura se enfoca en los problemas de vivienda en comunidades rurales. Su práctica busca desarrollar soluciones apropiadas para las condiciones socio-ambientales de cada regional colaborando al mismo tiempo con profesionales de todo tipo de especialidades.
“La arquitectura es una actividad social, de vida, dinámica y abierta en la cual es necesario reconocer a las personas como “sujetos de acción” y no “objetos de intervención”.
Jesica Amescua Carrera y Mariana Ordóñez Grajales, las fundadoras de Comunal: Taller de Arquitectura, colaboran con grupos organizados, comunidades y colectivos para crear proyectos apropiados desde el aspecto sociocultural, territorial-ambiental y económico-productivo. Escuchando y respetando las ideas, necesidades y propósitos de los pobladores, colaboran con ellos en el mejoramiento de su calidad de vida.
Visualizando a la arquitectura como un proceso social participativo, al igual que una actividad comunitaria, Jesica Amescua Carrera y Mariana Ordóñez Grajales crean Comunal: Taller de Arquitectura. Con el propósito de colaborar en el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades rurales mexicanas, se integran con los pobladores para crear proyectos culturalmente apropiados que surjan de la voz y las necesidades de los habitantes. Intercambiando saberes con quienes cruzan caminos en su vida laboral, han participado, de la mano con diversas comunidades, en la creación de inspiradores proyectos colectivos.
Valoran el proyecto arquitectónico por su capacidad de ser funcional, formal y estéticamente apropiado a la esencia del lugar, la cultura y la gente, pero sobre todo, como la representación de procesos sociales de negociación entre consensos y disensos. Por ese motivo, no conciben a la arquitectura como una obra de autor o como un objeto estático, artístico e inmodificable; sino como un proceso social colaborativo, vivo, abierto y en evolución constante que permite a los pobladores expresar sus ideas, necesidades y aspiraciones, reconociéndolos siempre como el centro de los proyectos y la toma de decisiones.
Para comprender las múltiples formas en que se manifiesta el hábitat humano, han recurrido a la visión democrática de la Arquitectura Participativa y la Producción Social del Hábitat, cuyas nociones entienden que los individuos de cualquier grupo social y contexto cultural tienen la capacidad para identificar sus necesidades, proponer soluciones y tomar las decisiones adecuadas para el desarrollo de su territorio. Su enfoque integrador e intercultural respeta todas las formas de vida y las ha llevado a desarticular la práctica hegemónica del arquitecto para desarrollar un rol de facilitadoras y mediadoras que acompañan a las comunidades en la defensa de su hábitat, usando como herramientas el intercambio de saberes, la reflexión crítica y la construcción de conocimiento colectivo.
“En el caso de las comunidades rurales, la construcción de viviendas ha sido un acto de colonización que se impone sobre las formas de vida tradicionales.”